La lluvia
traslada a Sevilla trazas de yodo radiactivo prevenientes de plantas nucleares
europeas
Miembros del
grupo de investigación AMS del Centro Nacional de Aceleradores han analizado la presencia del isótopo
de yodo en
el agua de lluvia en Sevilla , este isotopo radiactivo es procedente de las
plantas de reprocesamiento de combustible nuclear de La Hague (Francia) y
Sellafield (Reino Unido).
Es un
isótopo radioactivo de larga vida que puede tener un origen natural o humano y
se han centrado en este último los investigadores.
La cantidad
de yodo presente en la atmósfera se ha visto modificada de un modo
significativo por la acción humana. En los años 60, la actividad nuclear civil
y militar dio lugar a un aumento en el aporte de este isotopo a la atmosfera, y
la situación se agravó con el accidente nuclear de Chernóbil a mediados de los
años 80.
Aún así, la
mayor contribución de yodo al medioambiente procede de las actividades de
trabajo de las plantas de reprocesamiento de combustible nuclear, como La Hague
y Sellafield.
El yodo es
un elemento que se incorpora con facilidad a la cadena alimentaria y a las
rutas hidrofílicas, por lo que es un buen trazador del ciclo del agua.
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como
El
'lubricante' de la Tierra
Uno de los
mayores enigmas de la tectónica de placas siempre ha sido la incapacidad de
elaborar una teoría que explique con exactitud qué fuerzas y circunstancias
provocan ese desplazamiento. Científicos de la Institución Scripps de
Oceanografía en la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos)
están más cerca de desentrañar este misterio. Analizando la capa de magma de la
trinchera Mesoamericana de Nicaragua descubrieron una capa de roca fundida
licuada en el manto de la Tierra que creen puede estar actuando como lubricante
para este movimiento de las placas tectónicas.
Durante
décadas se ha pensado que el agua disuelta en los minerales genera un manto más
dúctil que facilita los movimientos tectónicos de placas. Pero existían pocas
imágenes claras y datos para confirmar o desmentir esta teoría. "Nuestros
datos nos dicen que el agua no puede adaptarse a las características que
estamos viendo", dijo Samer Naif
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